El hombre que la Semana Santa del dos mil nueve disfrutaba como un enano, este año lo ha conseguido (entre otras cosas gracias a la élite) y se ha convertido directamente en niño.
Ha visto cosas que antes no sabía cómo eran (petalada y marcha), ha vivido cosas que solamente pensó alguna ocasión de manera remota, y ha sentido como pocas veces antes.
Domingo de palmas, que vierten lágrimas de emoción en el sagrado huerto de nombre dulce.
PD: Aquí más del Domingo.
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